Março 8, 2020

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La Maldición

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– Esto es una gilipollez.- Solté después de media hora escuchando las sandeces de la adivina.

– Elena tía, no seas asi…- Empezó mi amiga.

– Te dije que no quería entrar aquí Vero, me enferman estas cosas.

– En mi casa entra quien quiere libremente, personas con problemas o únicamente personas con curiosidad sobre su futuro. Pero una vez dentro espero un mínimo de respeto por mi profesión.- Dijo la adivina visiblemente irritada.

– ¿Profesión? ¡JA!- Le respondí.- Aquí únicamente entran personas débiles e incultas.

Verónica me miró con mala cara, obviamente ofendida por mi comentario.

– Tú es que eres muy lista Elena. ¿Porqué no pruebas a que te lea el futuro y compruebas si se cumple o no?

– ¿Qué le suelte a ésta 60 euros? Ni loca.

– Le ofrezco una consulta gratis.- Respondió la adivina mirándome suspicazmente.

– Venga tía, una sesión gratis. No seas así encima de que estás cortándome el rollo.- Me presionó Vero.

A veces me pregunto como somos tan amigas Vero y yo. Ella es una persona muy risueña, apenas le importa su trabajo ni tiene expectativas de ascenso y es muy conformista. Al contrario, yo me tomo muy en serio mi trabajo. La gente me dice que tengo un problema de obsesión con mi carrera y quizás tengan razón, pero he sacrificado mucho por ella. Hace un año que mi marido decidió divorciarse de mi. Al principio me lo tomé fatal, pero he de reconocer que apenas tenía tiempo para él. Ahora mi ex está saliendo con otra mujer y yo vivo con mi hijo y con mi trabajo.

– Está bien, venga que sea algo rápido.- Concedí.

– Estire el brazo sobre la mesa y ponga la palma boca arriba.- Me dijo la adivina.

Empezó a pasar un dedo por diversas líneas de mi mano murmurando para si mientras yo ponía los ojos en blanco. Después cogió un pequeño mortero y empezó a introducir diversas hojas e hierbas y un líquido raro que olía fatal. Iba machacando el mejunje mientras seguía murmurando y yo empezaba a impacientarme. De repente metió dos dedos en la mezcla y me sujetó la muñeca con una fuerza inusual.

– Oiga…¿pero qué?…

– Ahora aprenderás a mostrar respeto por la profesión de los demás y los poderes que desconoces.

Cuando sus dedos tocaron la palma de mi mano lancé un grito de sorpresa. La mezcla me abrasaba la mano pero la adivina me siguió sujetando con fuerza. Sus dedos recorrieron una linea de mi mano mientras yo intentaba retirar mi mano asustada. Vero a mi lado se había puesto pálida de repente y se levantó de la silla para ayudarme. Entonces, la adivina soltó mi brazo con una sonrisa en los labios.

– ¡Eres una loca!¡ Te voy a denunciar!

– ¿Denunciar por qué? No te he hecho absolutamente nada.- Me dijo pasándome un pañuelo.

Era verdad. Cuando limpié mi mano estaba como siempre. Salí de allí hecha una furia con Vero pisándome los talones.

– ¿Tía porqué eres así?¿Porqué la has enfadado?

– Déjame en paz Vero. Ya te dije que no quería entrar. Me voy a casa.- Le dije mientras caminaba hacia mi coche.

A la mañana siguiente me desperté a las 6:00 como siempre para hacer ejercicio en la cinta del gimansio que tengo montado en casa. Mientras corría me olvidé del día anterior gracias a mi rutina diaria. Cuando acabé me di una ducha y fui al vestidor. Me observé en los espejos y vi a la morena de 37 años que me devolvía la mirada. Morena, de metro setenta, con los ojos negros y el pelo largo, liso y cuidado. Tetas medianas y naturales con unos bonitos pezones. Un vientre plano sin nada de grasa y un culo estupendo con unas piernas bien torneadas. Me sopesé las tetas algo deprimida. La edad empezaba a hacer su efecto y estaba perdiendo firmeza en ellas. Me encogí de hombros pensando que las dietas y el ejercicio no podía hacer milagros. Me puse unas bragas y sujetador negros, una minifalda negra que me llegaba por debajo de las rodillas, una camisa blanca y una chaqueta también negra. Mi “uniforme” del trabajo. 

Bajé al salón, le di dos besos a mi hijo Javier (16 años) que estaba desayunando y salí hacia el trabajo. Las oficinas donde trabajaba como redactora no estaban muy lejos de casa y me gustaba ir andando para hacer algo de ejercicio extra.

Atravesé dos manzanas y al doblar la esquina pasé por delante de un colegio y justo enfrente había una obra que estaban haciendo justo al lado de mi oficina.

– ¡Tía buena!- Escuché.

Joder, a ver si acababan las obras. Todos los mias aguntando a los cerdos machistas de siempre.

– ¡Nena que siempre estás muy seria! ¡Ven aquí que queremos ver mejor ese cuerpazo!

Me paré en seco y giré hacia la obra. Crucé la vaya y me planté enfrente de aquellos babosos sin saber muy bien porqué.

– Vaya, parece que hoy estás más simpática.- Dijo uno de ellos acercándose a mi.

– ¿Qué quieres?- Le dije de malas maneras pensando porqué demonios no me iba ya de allí.

– Mujer, por querer, me gustaría verte sin esa chaqueta tan fea que llevas.

Al momento me quité la chaqueta dejándola sobre una carretilla que había cerca.

– Joder, que obediente. Una mujer así querría yo y no la que tengo.- Escuché decir a alguno de los obreros.

– Vaya, vaya.- Decía el tipejo que me había sugerido quitarme la chaqueta.

Nadie decía nada. Parecían asombrados por lo que acababa de pasar ya que yo siempre los había tratado como si no existieran cuando pasaba delante de la obra. Fuia hacia la carretilla a coger mi chaqueta.

– Espera, espera. Ya que estás tan complaciente déjanos ver que llevas debajo de la camisa jajaja.

Todos empezaron a reirse de mi y algunos ya volvían a sus cosas pensando que todo había acabado. Así debería ser. Pero de repente un calor sorprendete me invadió, el coño empezó a palpitarme, retiré la mano con la que iba a recuperar mi chaqueta y me di la vuelta mirando hacia el tipo que me había hablado y empecé a desabrocharme la camisa. Mis tetas enfundadas en el sujetador quedaron a la vista de aquellos desgraciados mientras yo respiraba agtadamente y observaba como se daban codazos entre ellos, me miraban sonriendo y más de uno se apretaba la polla por encima del pantalón.

El lider del grupito se acercó a mi y me apretó una teta con su mano. Le solté un tortazo en la cara y el muy cerdo empezzó a reirse.

– ¿Qué pasa que se mira pero no se toca? Tampoco es para ponerse asi guapa. ¿Porqué no te quitas el sujetador y me lo regalas? Que los colecciono.

Las risas de los demás por el comentario se apagaron cuando me llevé mis manos atarás y me desabroché el sujetador. Me lo quité y se lo lancé a su nuevo dueño mientras me cubría las tetas con el brazo.

– Mujer, déjanos verte las tetas que estamos aquí todo el dia trabajando y nos vendría bien un premio.

Muy asustada ya por no tener control sobre lo que estaba pasando retiré mi brazo y mis tetas quedaron a la vista de todos y empezaron a silbar y a gritar ordinarieces.

– ¿Qué está pasando aquí?- Sonó una voz a mi espalda mientras el lider se guardaba rápidamente mi sujetador en el bolsillo.

– Nada agente. Esta simpática señorita que está recompensando nuestro trabajo.

Más risas.

– ¡Silencio!- Ordenó el agente.- Dese la vuelta señorita. 

Volví a cubirme las tetas con el brazo y me di la vuelta completamente roja. El calor había desaparecido de mi cuerpo y sólo quería salir corriendo de allí. Vi al policia. Un hombre de unos 45-50 años bastante gordo y de aspecto amenazador.

– Por favor señorita vístase.- Me dijo mientras repasaba el contorno de mis tetas.

Me puse la camisa y la chaqueta y empecé a dirigirme a la salida cuando el policía me sujetó del brazo.

– ¿La han obligado señorita?- Me susurró.

– No.- Le confesé tras un titubeo, pero era verdad que era yo la había provocado aquella situación sin saber por qué.

– Acompáñeme a comisaría.

– ¿Pero por qué? No he hecho nada.

– Señorita ha cometido usted escándalo público, y además ddelante de un colegio. Acompáñeme.

– Agente por favor, ya llego tarde al trabajo. Le agradecería mucho que lo dejara pasar esta vez.

– Nada de eso. O va al coche usted sola o la llevo exposada.

Con lágrimas en los ojos me encaminé al coche patrulla. Subí a la parte de atrás y el policía puso rumbo a la comisaría.

– Desde luego, como sois las tías. Luego si uno de esos paletos te echa un polvo seguro que vas corriendo a denunciar abusos sexuales después de estar provocándoles.

– ¡Oiga! No le consiento que…

– ¡Cállate zorra! Cömo si no fuera verdad lo que estoy diciendo.

De nuevo ese extraño calor se apoderó de mi y cerré la boca. Me sentía humillada por aquel tipo pero era incapaz de replicar.

– ¿Qué pretendías conseguir con eso eh?- seguía el policia- ¿Qué pasa que vas desnudandote delante de los tios por algún tipo de fetiche o qué?

Siguió denigrándome el resto del camino mientras el calor desaparecía de nuevo. LLegamos a comisaría y me hizo pasar a una sala. Salió y volvió al rato de unos momentos con unos papeles.

– Muy bien. Nombre.

– Oiga por favor…

– Su nombre joder.

– Elena Bermejo.

– Dirección.

– Oiga por favor no me haga esto. Nunca había hecho nada parecido se lo juro. Yo iba hacia el trabajo y ellos me llamaron y me pidieron que hiciera esas cosas…

– Vaya, ¿y no es mayorcita para no hacerles caso? ¿Osea que un tio cualquiera le dice que se desnude y usted va y lo hace no?

– No es eso…yo…

– Mire si a usted le gusta zorrear a mi me da igual. Pero en plena calle y delante de un colegio…

– ¡Yo no estaba zorreando!

– Ya claro. Ellos le dijeron que les enseñara las tetas y usted va y los hace.- Se recostó en la silla.- Enséñame las tetas.- Me dijo burlonamente.

El calor volvió a aparecer con fuerza. Antes de poder pensar en lo que hacía mis manos estaban desabrichando mi camisa y mostrándole las tetas a aquel viejo policía.

El agente se asombró ante mi conducta y corrió a cerrar la persiana de la sala. Fue hacia la puerta y echó la llave dejándola puesta para que nadie abriera.

– Joder, señorita. ¿Pero qué hace?

Muy confundida me quedé mirándole sin decir nada.

– Desnúdate.

Me puse en pie mientras sufría una nueva ola de calor y un estremecimiento invadía mi coño. Me quité del todo la camisa y me bajé la falda junto con las bragas y me quedé allí quieta mientras el policía babeaba observándome.

– O estas loca o estás muy bien educada jajaja. 

Se acercó a mi y me agarró una teta mientras me sonreía. Le aparté la mano y me cubrí las tetas con el brazo.

– Nena- dejó de llamarme señorita y me miró de una forma que no me gustó nada- ¿porqué me apartas la mano? Déjame ver las tetas y tócate el coño para mi.

Nueva ola de calor. Inmediatamente dejé caer mi brazo a un lado para que el poli me viera bien y con la otra mano empecé a acariciarme el coño.

– No llore guapa, si vas muy bien.- Me dijo riendo cuando me vio los ojos con las lágrimas aflorando.- No se que pasa pero parece que si te dan una orden tienes que cumplirla ¿no?

– Mire, no lo sé, pero no quiero hacer esto y quiero irme de aquí.- Le dije mientras seguía Frotando mi coño.

– Bueno, te irás de aquí cuando yo lo diga. Ahora métete dos dedos dentro.

Empecé a masturbarme el coño con dos dedos mientras veía al poli sacar una polla pequeña y bordeada por una cantidad tremenda de vello.

– Ponte de rodillas.

– Ni lo sueñes.- Le respondí sorprendida auqnue sin dejar de masturbarme.

– Ponte de rodillas puta. Ahora mismo.

Deseaba con todas mis fuerzas no hacerlo cuando de repente mis rodillas empezarona doblarse y momentos después me encontraba arrodillada frente a la polla del poli.

– Muy bien zorrita. Ahora mámame la polla.

Las lágrimas ya corrían en casacada por mi cara cuando acerqué mi cara a la entrepierna del poli y empecé a mamarle la polla.

– Jajaja, joder Elena no se que coño pasa contigo, ajajaj. Venga guarra hasta el fondo.

Tampoco me suponñia mucho problema meterme esa polla ridícula entera en mi boca. Seguí mamándole la polla al poli con frenesí y al cabo de unos minutos el muy cerdo empezó a correrse dentro de mi boca. Saqué la polla y escupí ese asqueroso semen en el suelo.

– Vaya, debí haberte ordenado que te lo tragaras.- Me dijo mientrasme tiraba una caja de pañuelos.- Limpia eso ahora mismo, cerda asquerosa.

Limpié su corrida a cuatro patas en el suelo mientras el viejo se masajeaba la polla.

– Muy bien ahora ponte boca abajo sobre mi mesa con ese culazo en pompa.

El calor era insoportable. Para empeorarlo todo, las sensaciones en mi coño habían empezado a hacer que me mojara.

– Ahora dime que quieres que te folle. Y pídemelo por favor.

– Por favor señor agente fólleme.- Respondí entre sollozos.

– Pero porque me lo pides por favor ¿eh?.- Me dijo entre risas.

Noté su polla semierecta penetrándome mi húmedo coño. Yo sólo lloraba mientras aquel cerdo me embestía mientras su polla volviá a endurecerse en mi interior.

– ¿te gusta que te folle verdad puta? Vamos di cómo te gsuta que te folle. Di como me gusta mi polla.

– Oooh si. Me gusta como me follas. Me gusta tu polla y me gusta como me follas el coñito con ella.

– Eso es nena.

Siguió follándome a su antojo un buen rato mientras bufaba por el esfuerzo. Yo lloraba y sentía naúseas de notar su barriga peluda y sudorosa restregarse contra mis nalgas una y otra vez.

– Vamos putita, ahora córrete para mi. Quiero que lo mojes todo bien.

De repente noté una ola de calor extremadamente intenso que me recordó a la adivina y sobresaltada empecé a correrme entre gemidos mientras escuchaba como mi abundante corrida salpicaba cayendo al suelo. Jamás me había corrido así y me molestó que fuera con aquel asqueroso.

– Aaaahh siii.- Gemía el viejo mientras notaba su corrida cayendo sobre mi culo y la parte baja de mi espalda.

Cuando terminó, bordeó la mesa y se sentó en su silla frente a mi, que seguía con el pecho recostado sobre su mesa. Me sujetó del pelo y me levantó la cabeza.

– Muy bien puta. Ahora limpia tu corrida y sécate las lágrimas, la mía déjala donde está. Luego vístete y desaparece de mi vista. Por hoy te libras de la denuncia.

Me sequé las lágrimas y me arrodillé para limpiar mi corrida. Me quedé estupefacta. Jamás había mojado tanto. Cuando terminé me vestí. Miré al policia que estaba enfrascado en su móvil y salí sin decir nada notando la humedad de su corrida y la camisa pegándose. Por suerte la chaqueta cubría la zona.

Mientras iba en el coche de vuelta a casa llamé al trabajo y dije que había tenido que ir a urgencias. Cuando colgué me eché a llorar por lo que había pasado. Hacia tiempo que no tenía relaciones sexuales pero eso no explicaba lo que había pasado. Me sentía incapaz de desobedecer una orden, pero eso no era del todo cierto. Cuando el obrero y el poli me tocaron las tetas yo les rechacé. Y también discutía con el poli sin obedecerle a subir al coche patrulla. También recordé el calor abrasador que recorrió mi cuerpo cuando el poli me ordenó correrme y el recuerdo de la adivina flotó ante mi. Pero no podía ser, eso eran chorradas, supersticiones para imbéciles.

Volví a secarme las lágrimas y a tranquilizarme. Llevaba horas dando vueltas sin rumbo con el coche sumida en mis pensamientos, tanto que empezaba a anochecer. Mejor hacer como que no había pasado nada y seguir con mi vida. Mientras entraba en casa pensé que si pasaba algo parecido de nuevo debería ir a un psicólogo. Al entrar en casa vi a mi hijo viendo la televisión con dos amigos. Fruncí el entrecejo. Uno de ellos, Marcos, no me caía nada bien. Típico macarrilla de 16 años que está viviendo su época dorada en el instituto. 

– Hola mamá. Que tal el día.

– Pues como siempre hijo.- Le respondí dándole dos besos.

– Marcos y Raúl (asi debía llamarse el otro) se vana a quedar a dormir. ¿No te importa no?

– No claro, cielo. A fin de cuentas mañana es sábado.

– Gracias mamá. Anda haznos algo de cenar que tenemos hambre.

Me quedé inmóvl un momento y respondí.

– Haceros algo vosotros que yo estoy muy cansada. Y bajad el tono que voy a acostarme temprano.

Los tres chicos se levantaron y fueron hacia la cocina mientras yo sonreía aliviada. Me dirigí a mi habitación y me desnudé. Me Di una ducha para quitarme los restos de semen del cerdo del policia y me puse un camisón para dormir. Fui a la cocina y cogí una mazana y una cerveza mientras veía como Marcos me miraba con disimulo. Volví a mi habitación y vi la tele un rato mientras cenaba. Poco después apagaué las luces y dormí tranquila pensando que si que tenía el control y no me dejaba llevar por las órdenes que me daban. Simplemente había pasado algo raro ese día.

Estaba muy equivocada.

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Uma resposta

  1. anônimo

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